Pizzería Pirilo queda en San Telmo y a todos los viejos conocidos del barrio se les hace una sonrisa en la boca cuando la escuchan nombrar. Está abierta desde 1932 y es parte del patrimonio histórico, cultural y gastronómico del barrio más arrabalero de Buenos Aires.
No tiene mesas para sentarse, ni baño para urgencias. Si se pasa caminando por la vereda de calle Defensa al 800 es probable que ni se la reconozca siquiera. Por la noche, cuando la persiana se baja, un grafiti en la misma indica su identidad, sin lenguajes sofisticados ni clichés marketineros.
Muy pocas variedades de pizza, no se consiguen empanadas, Pirilo es atendido por Silvia Vizarri, la hija del fundador quien afirma: “Se sigue manteniendo la misma forma que cuando arrancó mi papá”. Su papá era Vicente Vizzari, y en sus comienzos el lugar se llamaba “Luiguín”.
La pizzería está en pie desde 1932 y todavía usan los viejos moldes de 60 cm. de alto, lo que provoca que ninguna porción salga igual a la otra. Muzzarella, Anchoas, Fugazza o Pizza Canchera, son las variedades que se pueden pedir, todas hechas con horno a leña sin procedimiento industrial.
Solo pizza de dorapa para pelearse codo a codo con los demás clientes en el mostrador. Hay una leyenda que dice: “El que no se engrasó los dedos con Pirilo, no sabe lo que es comer pizza”.
Pirilo es la historia del barrio, no hay nadie que no lo conozca, y desde el alma humilde de los que empezaron de abajo, no traiciona su semblante sino más bien lo hace bandera.