Ubicada en una esquina céntrica donde el hormiguero de gente es inagotable, la Vitola fue fundada por expertos maestros pizzeros que saben de la pizza que le gusta a los porteños.
El fuerte es el mediodía, porque los empleados de la zona salen con hambre voraz de la oficina en busca de un almuerzo que les llene la panza y el alma, algo que queda en claro sobre todo los lunes, cuando casi no se encuentra lugar a la hora pico. Los extranjeros perdidos que terminan en La Vitola, sin querer quedan atrapados en el torbellino de una ciudad bien auténtica como es Buenos AIres y se van con lo que buscan: una buena pizza porteña.
Con sólo 2 años, la pizzería fue fundada por Óscar González, un ex Kentucky y ex Guerrín, que después de tanta pizza y experiencia, se decidió a abrir su propio boliche, con la impronta cosechada en sus años de trabajador.
Solamente manejan 3 menúes (tallarines o ravioles, milanesas o pollo) para los que quieren algo diferente y según nos cuenta Walter, el mozo de la tarde, la más pedida es la fugazzeta y la especial de la casa que tiene jamón, muzzarella, morrón, huevo y champiñones.
Mesitas afuera para el veranito, infaltable barra lateral y lugar adentro para albergar a más de 100 personas, son la plataforma de un local que no se caracteriza por una decoración planificada con meticulosidad, pero que sin embargo atrapa en su espíritu genuino.
Al paso salen mucho las promociones -que manejan muy buenos precios- y las empanadas fritas. Hay fainá con ají molido para pedir como entrada y la picada de milanesa es bien cargada, ideal para compartir.