Aunque la pizza es la comida italiana por excelencia, en Venecia no es tan fácil comerla. En la ciudad más turística del mundo sentarse en una pizzería puede ser toda una odisea.
El tradicionalismo que se ve en Venecia, la ciudad de Marco Polo, ha hecho que la isla se haya mantenido como es, durante siglos. Convertida en uno de los lugares más turísticos del planeta, la ciudad es protegida no solo de las aguas, que amenazan con hundirla, sino de la excesiva contaminación visual que la publicidad callejera impone.
Por una ordenanza municipal, no se pueden poner carteles, ni marquesinas, ni nada que llame la atención del ojo humano y lo distraiga de pasear por la bella Venecia. Este respeto por las tradiciones no llega solo a la estética. En la gastronomía sucede lo mismo.
Y es que la pizza, no es considerada un plato local, como lo son los mariscos, el bacalao y la polenta (sin olvidarnos del spritz). Con esta competencia, la pizzería no es una opción de fácil acceso para venetos y turistas y desde la ciudad no se fomenta la apertura de estos locales.
Si bien hay algunos restaurantes que hacen pizza, no hay en la isla una verdadera pizzería local que se mofe de tal, como en el resto de las ciudades de Italia, donde a cualquier hora y en cualquier lugar, la pizza no defrauda.
Pero a no perder las esperanzas, la pizza al trancio (como le dicen en Italia a la pizza al paso), es posible de encontrar si tenes un poco de suerte. Perderse por Venecia es casi una obligación, por lo que recomendar cómo llegar a alguno de estos pequeños locales (que además no tienen grandes identificaciones) sería como guiarte en busca de una aguja en un pajar.
Amantes de la pizza que van a Venecia, tomar nota: si la ocasión los sorprende tras un puente o doblando un oscuro callejón, no la dejes pasar. Una buena porción de Margherita con vistas al Gran Canal, no tiene precio.