En algunas ciudades se acostumbra la pizza por porciones; pedir mitad y mitad te permite probar dos sabores. Los más tradicionales, no salen de la pizza entera. ¿A vos, cómo te gusta más?
Sobre gustos no hay nada escrito versa el dicho popular, y a la hora de comer cada uno es esclavo de sus emociones. Pero, ¿hay reglas para disfrutar de una buena pizza? Los más fundamentalistas jamás se les ocurriría pedir mitad de un sabor y mitad de otro, argumentando que en el horno la pizza se hace una, y que de esa forma, los aromas quedan “contaminados”.
Un verdadero fanático de la pizza pide una grande de muzzarella para testear la mano del pizzero y otra un poco más elaborada como para ahondar en detalles, sobre todo si es una primera visita al local.
Pero ¿Qué pasa cuando los comensales no se ponen de acuerdo? La opción mitad y mitad es la más perfecta solución al problema, sobre todo para comensales quisquillosos que no sabe disfrutar de algunos condimentos o cuando se tiene como misión probar la mayor variedad de pizzas posibles en una maratón desenfrenada de gula pizzera. Por desgracia, hay variedades que no se pueden partir: la naturaleza es sabia.
Por último quedan las porciones: ideales para el apurado, para el que no tiene tanta hambre, para el que tiene poca plata o para el desconfiado que quiere medir la calidad del establecimiento antes de jugarse con una entera.
En el medio quedan las pizzas chicas y medianas, que según la cantidad de hambre son personales o para compartir, la pizza canchera (típica de Buenos Aires), la pizza casera (que muchas veces por cuestiones técnicas sale cuadrada), y las pizzetas, pequeños bocadillos que sacan de un apuro a cualquiera, hermana menor de nuestra comida favorita.
De una forma u otra, no hay nada como salir a comer una pizza con amigos, pelearse por qué pedir y hacer los intrincadísimos cálculos de cómo pagar la cuenta: todo un folclore pizzero.